Te ví confundida en la calle, como quien ve a una crayola
desnuda. tus tenis apuntando en todas direcciones pero lejos de tu piel, con
todos tus malos pensamientos y tus buenas acciones. no se diga más. desde el
comienzo me gusto su olor, su parte cansada de tanto vivir y sus silencios,
esos silencios que uno daría todo el ruido y las platicas inútiles de café, en
una mañana de oficina. mis ruidos siguen vibrando en azul, mientras tu
indecisión es tu mejor maquillaje.
Te ví atrapada un domingo en la noche, en un centro
comercial. un lastre que solías llevar, resultaba ser el que te llevaba a ti.
con el tiempo llegué a pensar que
querías escapar, pero resulta que te querías hundir. ambos querían hundirse. yo
no.
Respecto a toparme contigo en algún bar de poca afluencia,
la idea me parece meramente ridícula. la última vez que sucedió, creo ya me
encontraba algo ebrio – para variar- que más puede uno decir cuando se le han
esfumado las palabras, los silencios y los ruidos inentendibles.
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